El Salón de las Melodías Perdidas (ESMP)

De repente, y sin previo aviso, nací...
No fue como yo esperaba.
Del lugar desde el cual procedía, el salón de las melodias perdidas, siempre se hablaba de los horrores del mundo humano y del tremendo dolor que suponía el ir allí.
Para mí no lo fue.
Me tentía bastante bien. Sin atender al vacío de mi nuevo estóma
De repente, y sin previo aviso, nací...
No fue como yo esperaba.
Del lugar desde el cual procedía, el salón de las melodias perdidas, siempre se hablaba de los horrores del mundo humano y del tremendo dolor que suponía el ir allí.
Para mí no lo fue.
Me tentía bastante bien. Sin atender al vacío de mi nuevo estómago y a la sequedad de mis labios, abrí los ojos lentamente... La luz me molestaba pues se proyectaba con la nieve que yacía en el suelo, con lo que se volvía aún más intensa.
Ahí fue donde desperté... En un paraje nevado, con algún que otro árbol a mi alrededor... Pero nada más.
Cuando conseguí que mis ojos no fuesen tan sensibles a la luz, me di cuenta de que habían manchas rojas esparcidas por el suelo... ¡Ante mis ojos! Pensé que era... sangre...que podía ser mía...
Pero no era así...
Eran mis cabellos... Mis pelirrojos nuevos cabellos del color de la sangre humana... Símbolo de vitalidad. Y de muerte...
El suelo estaba tan frío... Me levanté... Algo que se hizo un poco largo para mí, pues no estaba muy acostumbrada a andar, y me dirigí hacia ninguna parte. Quizás encontrase algo, o a alguien.
Encontré un camino completamente gris. ¡Qué poco gusto que tenían esos humanos! El mundo tan hermoso que ya tuvieron los decoraron con ésos camino grises, feos e inservibles... En éso si estaba totalmente de acuerdo con los de mi raza.
De repente una luz blanquecina se aproximó hacia mí, desde el camino gris. Era una de ésas máquinas que los humanos usaban para desplazarse... ¿Cómo se llamaba? Coche... Sí, un coche se acercó mucho, mucho a mí... Y me desmayé.
Cuando desperté ya no estaba en el mismo lugar.
Me encontraba en una habitación demasiado grande y fea para una persona, yo. Estaba repleta de cacharros luminiscentes en el techo de la habitación, y de objetos punzantes, que, la verdad, no me daban ninguna sensación de tranquilidad, en mesas muy lejanas a mí desde la camilla sobre la que me encontraba...
Llevaba puesta una simple túnica verde que cubría hasta las rodillas. Entonces pude ver que había un espejo a mi lado. Me levanté y me miré en el espejo... ¡Era increible!
Imaginé que tendría la edad de una humana de 15 años. Tenía un larga y rizada cabellera pelirroja, y unos profundos ojos negros.
Un sonido interrumpió mi observación...
Alguien había entrado en la habitación, eran una mujer y un hombre vestidos con uniformes blancos. Me miraron al principio, sorprendidos, y luego se acercaron a mí...
¡Qué nerviosa estaba! ¡Mi primer contacto con humanos!
-Hola preciosa - comenzó a decir la mujer - Mi nombre es Eloísa. Te has desmayado al acercarte demasiado al coche de esa familia que se encuentra en el pasillo. ¡Están muy preocupados! ¿Quieres que vaya a decirles que ya te enuentras mejor?
Asentí con la cabeza. Ésa mujer era muy amable.
- Bien. Mi nombre es Álvaro - comenzó a decirme el hombre, a la vez que salía Eloísa por la puerta - Soy tu médico. Sólo quiero hacerte unas pruebas para verificar que no te ha ocurrido nada, ¿de acuerdo?
Volví a asentir.
- ¡Oh! ¡Qué mala educación la mía! ¡No te he preguntado tu nombre! ¿Cómo te llamas?
Vacilé durante unos instantes, y luego dije:
- Musa... Mi nombre es Musa.
go y a la sequedad de mis labios, abrí los ojos lentamente... La luz me molestaba pues se proyectaba con la nieve que yacía en el suelo, con lo que se volvía aún más intensa.
Ahí fue donde desperté... En un paraje nevado, con algún que otro árbol a mi alrededor... Pero nada más.
Cuando conseguí que mis ojos no fuesen tan sensibles a la luz, me di cuenta de que habían manchas rojas esparcidas por el suelo... ¡Ante mis ojos! Pensé que era... sangre...que podía ser mía...
Pero no era así...
Eran mis cabellos... Mis pelirrojos nuevos cabellos del color de la sangre humana... Símbolo de vitalidad. Y de muerte...
El suelo estaba tan frío... Me levanté... Algo que se hizo un poco largo para mí, pues no estaba muy acostumbrada a andar, y me dirigí hacia ninguna parte. Quizás encontrase algo, o a alguien.
Encontré un camino completamente gris. ¡Qué poco gusto que tenían esos humanos! El mundo tan hermoso que ya tuvieron los decoraron con ésos camino grises, feos e inservibles... En éso si estaba totalmente de acuerdo con los de mi raza.
De repente una luz blanquecina se aproximó hacia mí, desde el camino gris. Era una de ésas máquinas que los humanos usaban para desplazarse... ¿Cómo se llamaba? Coche... Sí, un coche se acercó mucho, mucho a mí... Y me desmayé.
Cuando desperté ya no estaba en el mismo lugar.
Me encontraba en una habitación demasiado grande y fea para una persona, yo. Estaba repleta de cacharros luminiscentes en el techo de la habitación, y de objetos punzantes, que, la verdad, no me daban ninguna sensación de tranquilidad, en mesas muy lejanas a mí desde la camilla sobre la que me encontraba...
Llevaba puesta una simple túnica verde que cubría hasta las rodillas. Entonces pude ver que había un espejo a mi lado. Me levanté y me miré en el espejo... ¡Era increible!
Imaginé que tendría la edad de una humana de 15 años. Tenía un larga y rizada cabellera pelirroja, y unos profundos ojos negros.
Un sonido interrumpió mi observación...
Alguien había entrado en la habitación, eran una mujer y un hombre vestidos con uniformes blancos. Me miraron al principio, sorprendidos, y luego se acercaron a mí...
¡Qué nerviosa estaba! ¡Mi primer contacto con humanos!
-Hola preciosa - comenzó a decir la mujer - Mi nombre es Eloísa. Te has desmayado al acercarte demasiado al coche de esa familia que se encuentra en el pasillo. ¡Están muy preocupados! ¿Quieres que vaya a decirles que ya te enuentras mejor?
Asentí con la cabeza. Ésa mujer era muy amable.
- Bien. Mi nombre es Álvaro - comenzó a decirme el hombre, a la vez que salía Eloísa por la puerta - Soy tu médico. Sólo quiero hacerte unas pruebas para verificar que no te ha ocurrido nada, ¿de acuerdo?
Volví a asentir.
- ¡Oh! ¡Qué mala educación la mía! ¡No te he preguntado tu nombre! ¿Cómo te llamas?
Vacilé durante unos instantes, y luego dije:
-Musa, me llamo Musa.
 Ese doctor fue breve. Me preguntó cosas triviales, cómo si sabía lo que me había ocurrido y cosas así... Pero las cosas se me complicaron un poco...
- ¿Dónde están tus padres? - preguntó.
Genial... (Léase con ironía) Me tenía que preguntar precisamente eso...
Me puse algo nerviosa... ¡No podía decirle realmente el lugar desde el que llegué!
-Esto... Lo siento, no lo recuerdo. -contesté. Bien, eso no se lo creería NADIE... Pero fue lo primero que se me ocurrió, y... ¿funcionó??
De repente, muy alarmado, el doctor se fue. Yo me acerqué a la puerta, por si podía oir algo. Se oía la respiración de mucha gente, pero sobre todo oí las voces de los doctores:
- Sí... No puede recordar nada... No.... Posiblemente....
- Bla, bla, bla... Amnesia...
No entendí casi nada de lo que dijeron, pero estaba segura de que habían creído de veras que había perdido la memoria...
Se oyó otra voz... Ésta vez era una voz muy fuerte, que pude oir con mucha claridad.
- Si la muchacha ha sufrido algo grave, mi familia y yo nos ocuparemos de ella a partir de ahora. Es mi responsabilidad, pues fui yo quien provocó su pérdida de memoria. Cuidaremos de ella hasta que encontremos a sus padres.
Cuando aquel hombre dejó de hablar, no sabía como sentirme... ¿Desdichada? ¿Felíz? ¿Asustada? ¿Nerviosa? ¡La verdad es que estaba sintiendo todo eso al mismo tiempo!
Entonces, se abrió la puerta. Y yo caí tras ella.
- Al parecer no hará falta darle la noticia a ésta señorita... - Dijo el doctor, sonriendo. - Musa, te presento a tu nueva familia.
Me levanté, y los miré... El hombre que había hablado era alto, moreno, y lucía una oscura perilla que hacía su rostro amable. A su lado, se encontraba la qué suponí que era su mujer. Era una mujer con una larga cabellera rubia, tenía los ojos azules, y expresión preocupada.
Tras ellos, sentadas había dos niñas... ¡Completamente iguales! La única diferencia entre ellas era la estatura... Por lo que deduje que una sería más pequeña que la otra. La mayor tenía el pelo corto, y los ojos azules, como su madre. Y la más pequeña llevaba el pelorecogidos en dos graciosas trenzas, que le daban un efecto aún más infantil.
- Hola - dijo el hombre alto- Mi nombre es Gabriel. Ésta es mi esposa, Clara. Y éstas son mis hijas: África y Nuria. Estamos encantados de conocerte, Musa.
- H-hola - contesté.

Un tiempo después de que arreglasen mucho papeleo, me llevaron a mi casa... O, mejor dicho, a mi nueva casa... Aquella que no cambiaría por nada del mundo...
Jamás volveré al salón de las melodías perdidas.
El viaje en coche no se hizo muy largo. El señor Gabriel me empezó a contar cosas sobre su familia. De ese modo descubrí muchas cosas, tales como queél era un importante empresario, poseedor de varias cadenas de televisión. También que su mujer, Clara, era ama de casa. Y, por último, que sus hijas eran las mejores estudiantes en sus respectivas clases y que llegarían muy lejos...
Nuria y África eran geniales, tal y como dijeron sus padres. Ambas me trataron muy bien. ¡Nuria era tan mona!!! No sabía que los humanos pequeños pudiesen hacer tales efectos en mí... Estuvo casi todo el tiempo hablando conmigo, mientras jugaba con una muñeca rubia.
Llegamos a la casa... ¡Y qué casa! Era enorme, o al menos, eso me pareció al verla desde el jardín. El jardín no era gran cosa, pero suficiente para mí. Tenía algunos columpios y una piscina (que yo, por supuesto, no utilizaría, pues no sé nadar).
Al abrirse la puerta, lo primero que pude ver unas altas escaleras que conducían al piso de arriba. También, tras una puerta de cristal, se encontraba el salón, repleto de marcos con fotos familiares. Justo junto a las escaleras había otra puerta con una cortina, ésta conducía a la cocina. Al ver toda esa comida algo sonó en mi interior... Y me asusté.
-¡Ja, ja, ja! -rieron todos- Lo sentimos Musa, deberíamos habete preguntado antes si tenías ganas de comer algo. ¿Qué te apetece?- dijo Clara.
No conocía mucho de la comida de los humanos. Ni de ninguna otra comida... En el salón de las melodías perdidas no nos alimentábamos más que de nubes... Y por lo que había visto, en ese mundo no estaban muy cerca... Pero, a pesar de conocer apenas la comida humana, había un alimento que realmente deseaba probar... Tras haber espiado a los humanos durante mucho tiempo, me di cuenta de que, en sus gustos, todos coincidían en algo, a todos les gustaba el ''chocolate''. ¿Sería realmente tan delicioso como se decía?
-Esto... Me apetece algo de chocolate. - dije, tímida.
-¡Claro! El chocolate es un gran alimento, sí señor. -dijo el señor Gabriel.
-¡Oh! ¡Papi! ¡Yo también quiero un poco, plis!!! - gemía Nuria.
-Nuria... -dijeron sus padres- Que nosotros sepamos a tí no te ha pasado nada como para necesitarlo. ¿O sí?
Y con solo una mirada, sus padres consiguieron tranquilizarla...
-¡Ah! Musa, luego tienes que venis a ver mi cuarto, ¿vale? - dijo de nuevo, entusiasmada.
Asentí, con una sonrisa. Mientras tanto, yo abría el envoltorio que cubría el chocolate que me habían dado mis nuevos padres... Realmente tenía buena pinta... Olía de maravilla... Y sabía... ¡Sabía a gloria! El chocolate no duró ni un minuto, me lo comí en tres bocados (tan descomunales que sorprendieron a toda la familia). Y con una gran bosa llena, dije: ''Me gufffta''
Todos rieron.
Me enseñaron la habitación de Nuria, el cuarto de baño, la habitación de África, en la que, por cierto, dormíría yo... ¡Qué experencia! ¡Viviría junto a una humana!
- ¡Ah! ¡Musa! Casi se me olvida... Mañana te inscribiremos en el mismo colegio que África, ¿de acuerdo?
¡Qué nerviosa estaba!! De repente, mi vida había cambiado por completo, dando un giro de 180 grados. Haciéndome vivir en un mundo totalmente nuevo... En la Tierra.

Casi no podía creerlo, pero la sensación de la mano de Nuria era tan real que no podía negarlo... No habían pasado ni dos semanas desde que llegué aquí y en ese momento me dirigía hacia un escuela repleta de humanos. ¡Increíble!!

La primera impresión que tuve es que era un edificio inmenso... ¡Me iba a perder nada más entrar! Y todos los alumnos parecíantan decididos y seguros en su próximo movimiento... Algunos hablaban sobre la clase de Francés (uno de los idiomas que, según mi punto de vista, era de los que mejor hablaba).... ¡Oh! ¡Es cierto, no os lo he dicho!
Llevo tanto tiempo observando a los humanos y deseando encontrarme entre ellos que, sin demora alguna, he estudiado todos los idiomas que hasta el momento me he podido permitir...

- ¡Hasta ésta tarde! - me dijo Nuria, corriendo al sonar una repelente y estruendosa sirena.
- ¿Eh? Esto... Hasta luego... - dije yo.
Al parecer, África y yo nos encontrábamos en la misma clase, sin embargo, Nuria estaba en otro curso, o algo así... Y no la veríamos hasta que ella terminase la escuela, que era sobre las seis.
Me sentía la persona más insignificante del mundo... Todos aparentaban creerse las mejores personas del mundo, y yo... Un bicho raro del espacio.

Nuestra clase era 3ºB, una muy grande, si se me permite decirlo. Varias personas se acercaron a mí para presentarse y preguntarme cosas, pues África ya les había hablado de mí mientras sus padres arreglaban los papeles de mi adopción y de la escuela... ¡Ja! Si todos esos humanos pretendían que recordase todos esos nombres, sólo se me ocurrían dos posibilidades: la primera, sus neuronas se habían ido de vacaciones; o segunda, eran realmente tan estúpidos como se decía.

La clase fue agradable, pues yo ya había aprendido todas esas cosas mucho tiempo atrás. Pero algo me hacía sentirme incómoda... Un chico no dejaba de mirarme... El chico era, ciertamente, el humano más guapo que había visto en esas dos semanas. Era de piel morena, con el pelo oscurísimo, al igual que sus ojos, y tenía un semblante serio... Y, aunque yo lo mirase, él no apartaba la mirada... ¡Qué poca educación!

Terminó la clase, o al menos, eso creo, pues sonó una sirena tan molesta como la ue sonó por la mañana, y todos se levantaron y salieron corriendo como si sus vidas dependiesen de ello...
Pero sólo dos personas se quedaron en sus asientos esos últimos minutos... Yo, y el chico que hace estuvo mirándome todo el tiempo.
Decididó, se acercó a mí, y con una determinación y una mirada fulminante me dijo:
- Tú... Procedes del salón de las melodías perdidas.
 No pude ocultar mi asombro al oir a ése chico...
''Tú... Eres del salón de las melodías perdidas'' me había dicho él... ¿¡¿Cómo demonios sabía él éso?!?
No dije nada... ¿Qué podía decir? ''¡Oh, sí humano desconocido! ¡Ahora comienza a hacer experimentos científicos conmigo!''.... o.... ''No sé de lo que me estás hablando... ¡Adiós!''
Pero él se anticipó a mi reacción.
- Mi nombre es Diego. O, por lo menos, así me llaman aquí... Como podrás adivinar, no es mi verdadero nombre, pero éste ya lo olvidé hace algún tiempo... ¡Éstas mentes humanas son taan cortas!

Me quedé unos instantes más pensando en lo que había dicho... ¿¡Estaba insinuando que ÉL también procedía de mi mundo?!?
- E-esto.... ¿Tú... procedes del mismo lugar que yo?? ¿¡Y cómo has adivinado que yo también soy como tú?!? - se lo dije todo con cierta hostilidad... ¡Qué susto tan enorme me había dado!! No se lo perdonaría nunca.
- Sí, soy como tú...mmm - me hizo un gesto, indicando que le dijera su nombre...
- Musa
- Musa... ¿Ése era tu nombre en el salón de las melodías perdidas? ¡Sí de veras dices que te llamas así no tardarán nada en descubrirte! ¡Ése no es PARA NADA un nombre común aquí!! ¿¡En qué estabas pensando!?
No me gustaba nada la actitud de ese chico... Diego... ¡O como se llamase! ¿¡Cómo osaba tratarme así?!?
- Mm... Lo siento. No... No suelo comportarme así. Pero... La posibilidad de que los humanos descubran quiénes somos... Me aterra.
Le repetí la misma pregunta que antes... - ¿Cómo has adivinado...?
- ¡Ah, sí! La verdad es que... No lo sabía. Simplemente me arriesgué. - y a ésto le añadió una sonrisa burlona.
- ¡Oh! ¡Tú!!... Mpfmm... - No sabía qué decir. ¡Me quedé sin palabras ante la estupidez de ese muchacho.
- Lo supuse en cuanto te vi. La palidez de tu piel delata que no has estado expuesta al sol nunca. Y... Bueno... Te ví en la televisión, anunciando tu ''amnesia'' - cuando dijo ésta palabra, me guiñó el ojo- ... supe que no era más que una mentira.
- ¿¡Y qué pasaría si todas tus suposiciones hubiesen sido erróneas!?! ¡Podría haber sido una humana!
- Pues... No pierdo nada. Simplemente creerían que no soy más que uno de ésos humanos que ven demasiado la televisión...
En ésto, un estruendo enorme asoló toda la escuela. Una puerta...
- Mm... Creo que estamos encerrados...
Miré por la ventana... Era cierto. Vi a un hombre cerrando la enorme puerta de entrada, y... ¡África! ¡Oh! La pobre se había quedando esperándome ahí todo el tiempo durante el que Diego y yo habíamos estado hablando...
La vi hablándole al señor que cerraba la puerta... Lógicamente, no podía oírla... Pero si podía leer sus labios... Y éstos decían que no podía cerrar la puerta. Que su amiga se encontraba dentro...
No pude seguir mirándola, pues Diego se acababa de poner detrás mía, mirando la ventana.
 - Bien, quizás nos de tiempo a salir a tiempo.
Sin poder siquiera preguntarle a qué se refería, me cogió de la mano, y me llevó corriendo hasta la puerta de entrada.
Allí sólo habían dos personas...
Un hombre vestido con un mono de trabajo y con un gran bigote lleno de canas que nos dirigía a ambos una mirada de reproche...
Y una chica, África, que nos dirigía una mirada de sorpresa al vernos juntos...
De repente me sentí muy avergonzada... Le verdad es que se podían sacar muchas conclusiones erróneas sobre lo que habíamos estado haciendo solo en la clase... Me ruborizé enseguida...
No hizo falta que diese explicaciones. Diego se encargó de todo. Le pidió disculpas a el señor del bigote blanco, y pudimos salir...
Se despidió de mí, sin olvidarse antes de recordarme que sería nuestro secreto todo lo que había ocurrido entre esas cuatro paredes, y me fui andando con África en dirección opuesta a la que iba él...

- ¡Ahhh...! ¡Musa! ¡No me lo puedo creer! ¡¡¡No me esperaba ésto de tí!!! - me dijo África, con gran entusiasmo, cuando estábamos a punto de llegar a su casa. - Tu primer día en el colegio, ¡y ya has conseguido engatusar a Diego! Y mira que és difícil... ¡Todas las chicas de mi clase lo han intentado, sin ningún resultado! ¡Ohh!!! ¡Ésto pinta tan bien!!!
A mí no me ''pintaba'' nada bien...
No sé por qué, pero sentía que todo iba a cambiar drásticamente... Y no por el buen camino, precisamente...
Sumado a... ésa sensación de estar siendo observada por alguien constantemente.
Al día siguiente, todo iba bien hasta que en clase de matemáticas sonó por megafonía la voz del director, que nos llamaba a mi y a Diego.
Cuando llegamos al despacho nos llevamos una gran sorpresa. Pues estaba allí Crysania, la reina del Salon de las Melodías Perdidas. Era una mujer alta, su piel era blanca y fría como la nieve y tenía una larga cabellera en un color tan blanco que apenas se diferenciaba con su piel. Era una mujer elegante y con la gracia de una pluma al deslizarse.
 - Dice que viene de arriba.- Dijo el director con aire de burla mientras señalaba con el dedo indice de su mano derecha hacia el techo.

- Bueno niños, creo que es hora de que este jueguecito se acabe y de que volvais al lugar de donde procedeis.- Solto Crysania con su fría voz.
- Me temo que va a tener que esperarse usted mucho tiempo porque ni Musa ni yo pensamos volver a ese sitio.- Soltó Diego de una manera algo irreverente mientras me agarraba de la mano, mano que yo cada vez apretaba más debido al miedo que sentía en ese preciso instante.
- ¿¡ Acaso osa desafiarme un insignificante joven como tu!?
 En este momento mi miedo desapareció al ver que Diego no tenía argumentos y empezé a escupir palabras sin pensar:
- No solo le va desafiar él, sino que también la voy a desafiar yo. Y le digo una cosa usted es una persona que no merece ni un solo minuto de nuestras vidas, dado que es usted, Crysania Reina de Todos; la que poco
a poco nos extraes un minuto de vida para así poder ser eterna.
Crysania se quedó atónita con i respuesta y decidió dejarnos en el mundo de los humanos y dijo:
- Esta bien, hoy me habeis vencido y os voy a dejar aqui pero no penseis que no os voy a vigilar. Volveré cuando menos os lo espereis.
Hoy hace ya un mes desde lo sucedido y estamos muy bien sin saber nada sobre esa mujer. Con respecto a mi vida com humana, esta siendo PERFECTA.